La ferrería de Bogo (o de Vilaboa), como las de Penacoba, en Bóveda, o Locay, en Folgoso do Courel, es un valioso testimonio del tipo de instalaciones siderúrgicas que precedieron tecnológicamente a los hornos altos del siglo XIX, en las que se transformaba el mineral de hierro en metal aprovechando la energía hidráulica, con lo que se mejoraba notablemente la eficiencia de las antiguas ferrerías de monte o prehidráulicas.

Historia

Los inicios de esta ferrería pueden situarse en torno a 1534, aunque la primera fecha documentada es 1537, cuando fue alquilada por la casa de Ribadeneira a Juan de Beláustegui. Unos cien años más tarde la llevaba en alquiler el vizcaíno Juan de Lizalde. Sin embargo, en el Catastro del Marqués de la Ensenada sólo constan en esta zona dos mazos en el lugar de Machuco (unos 800 m al noroeste de la ferrería, donde se conservan las ruinas de uno de los mazos), por lo que no se debía trabajar en Bogo a mediados del XVIII.
En 1798, quizá por la fuerte subida del precio del hierro, la casa de Miranda-Ribadeneira-Miranda acordó reconstruir la antigua ferrería de Bogo, por lo que no se conserva nada de la antigua del s. XVI. Su actividad finalizó en el siglo XIX (no se sabe el año) por un incendio que sólo respetó las paredes y una vivienda. En 1993 la Xunta de Galicia financió la restauración de la ferrería para ser explotada para el turismo como museo etnológico. 
 

Yacimiento

El mineral de hierro procedía de varios pequeños yacimientos de origen sedimentario de oxihidróxidos (goethita) y carbonatos de hierro (siderita), situados en afloramientos próximos del Ordovícico Medio-Superior, aunque seguramente se mezclaba con mineral de las minas de Vilaoudriz, de similares características, así como mineral vasco de Somorrostro, dada la relativa cercanía de esta ferrería del puerto de Ribade

Laboreo

El agua captada en la presa del río das Reigadas y conducida por el canal hasta el depósito de regulación, pasaba por una derivación adosada a la pared oriental de la ferrería y caía por la torre de caída a una rueda hidráulica de madera con aspas, haciendo girar la rueda y con ella al árbol de levas.
El árbol es un tronco de madera horizontal que gira solidariamente con la rueda y está guiado por unos soportes de hierro. Las levas o prismas de madera situados a modo de pequeñas palas, se alojaban en unas pequeñas ranuras, ajustándolas con cuñas, en la parte adecuada del árbol. Eran las encargadas de hacer el trabajo de levantar y dejar caer el mazo o de accionar un fuelle. El sistema de guiado del árbol era muy importante debido al fuerte trabajo del árbol y a su peso. En el extremo del árbol se clavaba un resistente clavo de hierro ("gorrión") en su eje y éste, reforzado mediante una almohadilla de material resistente, se encajaba en la huella que se dejaba en un taco o "toro" de madera y se cubría, para asegurarlo mediante una brida de hierro sujeta con tornillos o clavos a la pieza de madera. El mazo o martinete golpeaba repetidamente sobre la "esponja" que se había obtenido del mineral fundido, laminándolo y eliminando la escoria.
Previamente se había fundido el mineral de hierro, lo que en las ferrerías antiguas se hacía en un horno bajo, bien ventilado con la ayuda de fuelles. El mineral se disponía en capas alternantes con algún material fundente y con el carbón vegetal, alcanzando temperaturas de entre 800 y 1.200ºC y manteniéndose en esas condiciones durante varios días. En esta ferrería de Bogo no se conserva el horno de fusión del mineral.
Al hierro así obtenido se le daba una forma determinada para, posteriormente, trabajarlo en la herrería o en la forja. La forja estaba compuesta por una fragua para calentar el hierro, con sus fuelles para insuflar el aire, un yunque y un martillo para golpearlo y moldearlo, sujetando la pieza caliente mediante unas tenazas. Se disponía también de un recipiente con agua para enfriarlo y de otras herramientas y moldes para realizar piezas más complejas.