Única salina marina de evaporación solar conservada y musealizada de todo el Imperio Romano. Por su excelente estado de conservación, este yacimiento arqueológico de Vigo permite entender el funcionamiento de una instalación salinera y cómo los romanos producían este mineral. La exposición ofrece, además, la posibilidad de descubrir la historia de la sal, algunos de los sistemas empleados para su obtención y de los usos que le dieron los romanos.
Forma parte, junto al yacimiento de O Castro, al del Museo do Mar y a la Villa Romana de Toralla, de un trazado arqueológico muy completo por los orígenes de Vigo.

Historia

El Centro Arqueolóxico do Areal, Salinae, ubicado a siete metros sobre la rasante de la calle, fue inaugurado en el año 2009 para musealizar las estructuras descubiertas en ese solar en 1998, en el marco de una intervención arqueológica dirigida por J. C. Castro Carrera.
Por sus características geológicas, Galicia carece de fuentes terrestres de aprovechamiento salino, por lo que solo las aguas marinas podían proveer dicha necesidad. En tiempos anteriores a la conquista romana, esta explotación era de poco volumen, apenas el necesario para satisfacer las necesidades alimentarias. Los vestigios más antiguos vinculados a la explotación de la sal en Galicia se remontan a la Edad del Hierro. Se trata de concavidades de escasa profundidad y fondo uniforme halladas en rocas graníticas de la orla costera que proveían de pequeñas cantidades de sal por medio de la evaporación solar. Una concentración importante de estas piletas salineras se han documentado en el sur de la costa pontevedresa: (Feno y O Puntal).
La conquista romana y el desarrollo de la industria de la salazón de pescado crearán unas necesidades de aprovisionamiento abundante, permanente y de bajo coste de este mineral como una condición básica para el desarrollo de esta nueva industria. Es en este contexto del s.I-II d.C. cuando el imperio aborda la construcción de una gran salina de evaporación en el Areal de Vigo, identificada por vez primera en el año 1995 en el yacimiento de la C/ Hospital nº 5 de Vigo, por el arqueólogo Ángel Acuña Piñeiro. A partir de ese momento, las intervenciones en la zona se han sucedido de manera continuada hasta la actualidad, lo que ha permitido establecer las características básicas de su estructura, su delimitación espacial y se ha precisado el período cronológico en el que esta marina ha estado en explotación.
La investigación en Galicia en el ámbito de la explotación salinera no se ha detenido desde el descubrimiento de este yacimiento y los resultados han sido tan fructíferos en este corto período de tiempo, que hoy en día podemos concluir que la sal, quizás junto al oro, fue una de los minerales más codiciados por el imperio romano en el noroeste peninsular. Los datos por el momento disponibles para la explotación salinera romana se circunscriben a un tramo de costa que va desde la desembocadura del río Miño, hasta el interior de la ría de Vigo: O Seixal (A Guarda), As Lagoas de Viladesuso, Aguncheiro en Mougás y Porto Mougás( Oia) y Ría de Vigo, Toralla (Vigo) y Barra (Cangas do Morrazo), pero estos datos a buen seguro se ampliarán en un futuro al resto de la costa gallega, singularmente las Rías Baixas. Los indicios históricos, documentales y toponímicos apuntan concretamente a la Ría de Arousa, referenciada en documentos altomedievales como Territorium Saliniense, tierra de salinas, como una zona de especial potencial para acotar la importancia y el funcionamiento de esta industria en la Gallaecia romana.
En la Alta Edad Media el tamaño y el volumen de producción de las marinas decaerá, su propiedad que en un primer momento detentará la alta nobleza, se vinculará poco a poco a ámbitos monásticos, siendo en los siglos centrales de este período, ante el incremento de la producción pesquera, cuando cenobios como Cálogo, Armenteira, Lérez, Oia, tratarán de revitalizar la producción de sal. Esta necesidad supondrá la puesta en marcha de nuevas salinas y retomar la actividad en aquellas abandonadas. Pese a todo, el volumen de producción no es suficiente, con lo que a partir del siglo XIV y hasta bien entrado el siglo XVIII, una ingente cantidad de sal llegará hasta los alfolíes gallegos. La importación se hará desde Portugal, mayoritariamente desde la zona de Aveiro y se destinará principalmente a la de nuevo pujante industria de la salazón de sardina.
Los conflictos bélicos con Portugal, habituales en los siglos XVI y XVII, provocarán de nuevo la necesidad de reactivar el suministro local, y será el último estertor de esta industria en Galicia. En este caso, de manos de la nobleza, se construirán las últimas marinas gallegas, llegando al siglo XVIII en funcionamiento sólo las de Noalla (O Grove) y Ulló (Vilaboa).
 

Yacimiento

El yacimiento lo constituyen los depósitos de marismas en la antigua zona ocupada por el mar, que actualmente es parte del casco urbano de Vigo. La parte musealizada supone 300 m2 de las cerca de nueve hectáreas atribuidas a las salinas por Currás (2017).
La sal marina se obtenía en depósitos de poca profundidad por evaporación de agua de mar por la acción combinada del viento y el sol, en una zona costera de perfil recortado, mediante el aislamiento de un sector de marisma con un muro con esclusas.
La saturación en sales minerales por evaporación y su posterior precipitación da lugar a depósitos de sal cuya composición varía de unos lugares a otros, así como en la vertical, siendo más rica en yodo ("flor de sal") en la superficie del depósito. La sal marina o sal común, por término medio, está formada en un 86% de cloruro sódico (ClNa) con trazas de calcio, cloruro magnésico, potasio, yodo y manganeso.

Laboreo

En Salinae puede verse una recreación de cómo se recogía y acumulaba la sal, preparándola para su envío a las factorías de salazón de pescado.
Los depósitos de evaporación de estas salinas romanas tienen una forma rectangular o cuadrada, y están situados a distintas alturas y separados por piedras. Los tamaños y alturas diferentes permiten aprovechar las fluctuaciones de las mareas, y variar el flujo de las operaciones entre los depósitos para la obtención de la sal.
La sal se “cosecha” en las parcelas o eras, de 15 a 20 centímetros de profundidad, en las que se dividen las balsas o depósitos para favorecer la evaporación. Se va acumulando en montones que jalonan sus bordes, e incluso poniéndola al resguardo de la lluvia ocasional bajo cobertizos Todos estos recintos están comunicados mediante exclusas o canales que pueden abrirse o cerrarse cuando convenga.